domingo, 8 de abril de 2007

Dimitr Manolov


Traspasó las Fronteras



El maestro Dimitr Manolov fue como un mito para nuestra ciudad durante su primera estadía en Bogotá. En pocas ocasiones un director de orquesta se vuelve más importante que el estreno de una película o un partido de fútbol. Así fue para nosotros allá en el 82, un mito con una manera diferente de conducir, palpable incluso a tantos oídos vírgenes que por primera vez escuchábamos muchos de los compositores de aquéllos inolvidables ciclos de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. El sábado a las cuatro de la tarde el programa era ese: primeras filas al lado de una esporádica arpista que evocaba a las musas o última fila con olor a bareta fresca, todos viajábamos a nuestra manera conducidos por un hombre menudito con rostro asiático que se esponjaba en el escenario dando la imagen de un mounstro musical. Su primera despedida de Colombia provoco consternación. Un León de Greif abarrotado no quería oír la novena de Beethoven; quería ver por última vez los gestos expresivos, la sensación de grandeza que sería irrepetible en ese auditorio, quería ver su cara inquisidora a tal o cual instrumentista. Los aplausos se repitieron como nunca, el bis no fue suficiente una vez, queríamos seguir oyendo a aquel que durante tres años nos enseño a amar la música. Creo que después de su apoteósica partida muchos no volvimos al León con la misma frecuencia, una muestra de rebeldía para con la Orquesta que no supo retenerlo.

El mito como mito continuó hasta que un día en Cali, durante su corta permanencia como director titular de la Orquesta Sinfónica del Valle conocí al maestro, al mito; por el manejo en común del idioma ruso la distancia se acorto y nunca más, a partir de ese día, no dejamos de seguirnos la pista.

El maestro fue nombrado director titular de su antigua antagonista, la Orquesta Sinfónica de Colombia. Todo le era adverso, ya no tendría el auditorio León de Greif, ni público estudiantil, solo un Teatro Colón, al que hacia tiempos le estorbaba esa orquesta, y poco presupuesto. Vino la invitación arriesgada: escenifiquemos «Carmina Burana» de Orf. ¿Cómo? ¿Con qué? Su definición de concierto actuado, o de media puesta en escena era suscitadora de ideas. Un género, con un amplio repertorio de obras que, si bien no tenían solidez escénica para asumirse como una ópera, eran sosas en una simple forma de concierto convencional. El precedente mas importante en Colombia de este genero había sido un montaje de «La historia del soldado» de Stravinsky realizado conjuntamente con el maestro Santiago García. Pero, no había espacio, ¿dónde van a estar lo actores, mas el coro, el coro infantil, tres solistas? su respuesta fue fulminante: «En el escenario junto con la Orquesta». Eso era una locura, qué luz se puede diseñar con una orquesta iluminada todo el tiempo. Estudiamos la partitura durante más de dos meses, cada tema, cada fragmento. Lo primero era volver al tema pagano, a la fortuna, sacar a Carmina del contexto heroico y fascista; vinieron las imágenes de Brueghel, la idea de juegos, de una aldea. Vinieron personajes, Bacus, la taberna, el barítono farsante que de gitano filibustero se transformaba en monje tahúr. El reto de contar una historia, de diferenciar los dos «O Fortuna», se cumplió. El montaje que realizamos en doce ensayos, con el reciclaje del vestuario del Colón, menos del millón de pesos y cerca a 180 personas en el escenario, se ha presentado por más de cuatro años en diferentes escenarios.

Después de «Carmina Burana» el maestro Manolov quiso continuar la indagación escenica con una puesta mas atípica. La decisión se centro en «Iván el Terrible» de Serguei Prokofiev, un oratorio estructurado por Abram Stassevich con los fragmentos de la pista sonora de la película del mismo nombre de S. Eisenstein. Considero que la traducción de las partes vocales es uno de los legados más importantes de Manolov a la música de este hemisferio. Gracias a ella, los solistas y el coro dirigido por Julián Gómez pudieron apropiarse del estudio de esta difícil partitura llena de motivos épicos, líricos y ortodoxos. Para este montaje abrimos el foso del Colón y toda la parte escénica se desarrollara en el vacío del escenario, Iván al subir al trono debería llegaba al nivel de la orquesta. Esta solución escénica dio la posibilidad de resolver las grandes escenas épicas sin ilustrarlas, un total de 24 actores mas el coro infantil se desplazaba en un espacio ínfimo. El vestuario del teatro Colón, nuevamente fue reciclado, incrustando fragmentos de espejos y comprando toda la peletería y tapetería existente en el mercado de las pulgas. Recuerdo que durante la escena de la toma de Kazan nos excedimos en el humo y la figura del maestro Otto de Greif siempre sentado en su silla se desvanecía y aparecía en medio de la batalla como un boyardo más. Durante el asesinato de Anastasia, cuando intervienen los violonchelos en un solo, Dimitr se involucraba con su batuta como líder de la conspiración. Después de Iván la apatía de la orquesta a estas experimentaciones había desaparecido casi por completo, todos queríamos más.

El siguiente montaje fue el mas accidentado por su complejidad: «Juana de Arco en la hoguera» de Artthur Honegger y Paul Claudel. Una obra que se movía en el ámbito del espíritu. Algunos amigos nos presagiaron las dificultades debido básicamente al carácter abstracto de la estructura. Creo que fue la obra que mas ensayamos. En el Camerin del Carmen se repasaron intensamente las partes con solistas, coro y actores tocando, como siempre, él mismo el piano. El argumento es una invocación que Fray Domingo le hace al espíritu de Juana de Arco. Ella a partir de la sensación de fuego empieza a recordar su vida en sentido inverso, del fuego a la infancia. Esta obra ya había sido estrenada en Buenos Aires con los parlamentos actorales traducidos al español y en Bogotá por primera vez cantada totalmente en español. Nuevamente era una traducción del maestro Manolov.

Es importante resaltar su obstinación por la traducción de todas estas obras, ya que hubiese resultado relativamente más fácil posando por erudito representarlas en su idioma original. Pero el maestro siempre afirmaba que para nuestro momento cultural era más importante que el público entendiera y se vinculara al espectáculo.

Dejamos de producir este tipo de obras por diferentes razones, pero la principal fue la falta de presupuesto. Y mientras lo conseguíamos el inagotable maestro Manolov incursiono en otro género, con habilidad de dramaturgo. Fueron los conciertos con actores, una especie de popurrí de partituras y textos de diferentes autores articulados en un tema, de esos conciertos el publico alcanzo a apreciar, «Homenaje al romanticismo», «Personajes míticos en la musica» y recientemente el «Satiricón sinfónico»”. Estos conciertos con actores fueron concebidos como un desarrollo de los conciertos pedagógicos. Lo sorprendente en estas composiciones era la coherencia entre los fragmentos musicales escogidos y sus correspondientes literarios, correspondencia que solo podía surgir el la mente del maestro que respiraba por todos sus poros el olor del escenario, sin fronteras entre la música, la poesía y el teatro.

Ahora que el maestro ha partido nuevamente de Colombia queda el sinsabor de no haber podido llevar a cabo tantos y tantos proyectos en estos géneros, se quedaron esbozos escritos de «Peer Gynt» de Grieg , «Sueño de un noche de verano» de Mendelsshon y un gran proyecto con «La flauta mágica» del cual incluso se tuvieron audiciones, fechas de estreno y diseños de escenografía y vestuario. El maestro realizó nuevamente la traducción al español de la mayor parte de las arias y el coro. Para él un Papageno cantado en alemán no cumpliría con el elemento de teatro de variedades concebido por Mozart y Schikaneder, pero el aria de la Reina de la Noche en español si seria un sacrilegio. Dimitr dividió la opera en dos reinos, todos los personajes pertenecientes a la Reina de la Noche cantarían en alemán, incluidas tanto aquellas arias donde el personaje esta bajo los efectos de su poder como cuando Tamino observa el retrato de Pamina. Los personajes pertenecientes al reino de Sarastro y aquéllos que llevaban humor o enseñanzas morales como los niños, las tres damas de la Reina o Papageno, cantarían en español ya que el reino místico de Sarastro tendría el tratamiento de una Atlántida precolombina.

En realidad creo que lo aburrían tremendamente los formalismos de la música clásica, la importancia, las ínfulas de los músicos, el protocolo y sobre todo los ensayos tan cortos. Los conciertos actuados eran una forma de relajarse y de darnos a todos, músicos, actores técnicos y público la posibilidad de jugar. Un director de esas características humanas y artisticas difícilmente lo encontraremos. Alguien que trabaje por la articulación de la escena, navegando por los vasos comunicantes existente ente la literatura, la pintura y la música, traspasando las fronteras. Un director que ponga en riesgo la cómoda rutina de los conciertos y se lance en busca del publico, ese que desde su primer encuentro deleitó con sus invenciones !Gracias Maestro Dimitr Manolov¡



Alejandro González Puche

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente tu artículo, sabes donde se puede encontrar vídeos de Carmina Burana, recuerdo que en la Nacional habían cámaras grabando esto debería estar al público B-)

Omar Monroy

Laboratorio escénico Univalle dijo...

Desafortunadamente al desmontarse la Orquesta Sinfónica, estos materiales se esfumaron en su gran mayoría.