Texto extraído de la Relatoría que realicé
en el festival MIRADA
FESTIVAL
IBEROAMERICANO DE ARTES ESCÉNICAS DE SANTOS en el
2014
PINDORAMA
COMPANHIA LIA RODRIGUES DE DANÇA
Dirección: Lia Rodrigues
Pindorama ha sido de los espectáculos mas sui generis que he tenido la oportunidad
de apreciar en mi vida. Entramos en un espacio cercado por telones dentro de un
gimnasio; ante la amplitud del las instalaciones el espacio es delimitado por
los telas negras, que a todas luces resulta
pequeño. La primera sorpresa es que no hay sillas para los 60 u 80 afortunados
que hemos tenido la suerte de entrar. Apenas unas 10 sillas plásticas para las
personas de la tercera edad. Apagan las luces y entran los bailarines, quienes
empiezan a desdoblar un plástico industrial, de un grosor mas bien delgado pero
consistente. Lo empiezan a desdoblar y le solicitan al público, dispuesto cómodamente
en piso que por favor se corran; de esa
manera desenrollan el plástico y lo dejan en el piso. La atmósfera es totalmente
ritual; los espectadores que quedamos en la parte trasera apenas vemos el
plástico. Seguidamente con la misma ritualidad, los actores colocan sobre el
plástico extendido en el piso, unos globos transparentes llenos de agua. Al
colocarlos, los globos se desplazan torpemente por el piso, recordando a
aguamalas de plástico.
En la
penumbra dibujada por una fila de reflectores colgados en una simple hilera en
la parte central del escenario, surge una mujer desnuda con una botella de un
litro de agua mineral. La mujer se baña con esa agua y empieza a reptar por el
plástico en busca de las bombas llenas de agua: cuando encuentra alguna se posa
sobre ella y las estalla. El plástico se empieza a llenar paulatinamente de
agua y cuando termina de destrozar estos globos, que trata como una iguana a sus
huevos, otros actores toman el plástico por los extremos y lo baten lentamente;
la mujer recibe el estímulo y va de un lado al otro. Pero el plástico es ahora
batido rítmicamente con gran fuerza. Los espectadores que estamos a nivel de la mujer, ya ni siquiera pensamos si
es un baile o no: nos preocupamos por una mujer desnuda, que oculta su rostro y
trata de sobrevivir a las olas de plástico que se baten contra su existencia.
Las ondas se convierten en olas gigantes y amenazantes del mar, el batido tiene
una constante rítmica que emula las olas del mar. El ritmo es perfectamente
dispuesto, una cadencia marina exacta, arrítmica pero constante. Los
espectadores perdemos a la mujer de vista por segundos ya que la ola la
engulle, mientras minúsculas gotas de agua nos golpean en el rostro. La mujer es una víctima solitaria dentro de
una tempestad. Trata de sobrevivir a su naufragio, pero a veces las olas, que
vienen del lado contrario y que estallan contra las otra, la hacen que vuelva a
desaparecer. El frenesí de este movimiento hace que olvidemos que es un
plástico, el sonido es completamente marino. La escena es larga y compleja,
cuando ya pensamos que sobreviene la calma, vuelven las enfurecidas olas.
Al
terminar la secuencia, cinco intérpretes, dos hombres y tres mujeres, secan el
escenario con toallas blancas, y después de esto repiten el ritual del baño con
el litro de agua, como en un bautizo hacia la tragedia, traen nuevas bombas de agua,
que depositan en la superficie y que revientan como reptiles. Cuatro creadores más
inician el batido del plástico, la secuencia tiene otra dinámica, cuando las ondas
son muy fuertes algunos de los cuerpos
saltan sobre los otros, y regresan. Ahora tratan en grupo de defenderse, de no
ser arrastrados por las olas. Otro movimiento surge, los bailarines de los
extremos se incorporan y traen las puntas hasta en el centro, parece una tempestad
shakesperiana. Al final la calma. El plástico es recogido de manera ritual, lo
que al inicio era una pieza compacta, ahora es un rollo sin forma, rebelde,
como si también fuera víctima de su
propia tempestad.
En un
tercer movimiento, los actores salen con baldes blancos y sutilmente empiezan a
colocar bolsas blancas sobre el espacio, le piden a los espectadores que se
corran un poco, pero el juego lleva a que todos se tengan que incorporarse. Después de
distribuir los globos por todo el espacio, se baja la luz y entran todos los
intérpretes desnudos y empiezan a reptar por el piso. Mis vecinas, las únicas
que tienen silla no paran de comentar y de reírse nerviosas, si la dramaturgia
sigue esa línea coherente ya todos nos vemos sumergidos en el agua y
batiéndonos por todo el espacio. Los reptantes empiezan a romper las bombas efectivamente
y algunos avezados espectadores adelantan el ritual y empiezan a romperlas de
manera autónoma: los espectadores se convierten es destripadores de huevos de
iguanas. Ya inundado el linóleo los bailarines se reúnen en un costado del
escenario y todos los asistentes nos desplazamos dibujando un círculo alrededor
de ellos. Se deslizan por el espacio y tras de ellos los espectadores. Así
culmina una de la obras mas sugestivas
que he visto.
Al finalizar
nos encontramos con Lia Rodrigues una mujer tan discreta como su obra. Está
ligeramente apesadumbrada porque un efecto no salió; el espacio se ha debido
llenar de globos blancos, por un error se estropeó y los globos se fueron a
otro lugar. Una coreografía sin mas música que el sonido del plástico, los
cuerpos y el agua, que conforman una estructura rítmica y sonora maravillosa.
Con apenas luz de unos reflectores cenitales. Los cuerpos desnudos, desposeídos
de evocaciones sexuales, incluso cuando están prácticamente al lado de los
espectadores, quizás porque son cuerpos sin rostro, son náufragos en estado de
indefensión, de búsqueda por la supervivencia en medio de un naufragio. Tanta sencillez
y tanta contundencia. Lia Rodrigues es la primera en detener las lectura
especulativas sobe Pindorama, para
ella son juegos sugestivos creados con su laboratorio en Rio de Janeiro, un
espacio de creación ubicado en una de las comunas marginales de la ciudad. Pindorama es parte de una trilogía que
ahora esperaría ver en algún otro lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario