“PEDRO DE URDEMALAS” PROTAGONISTA DE LA PRIMERA TESIS DOCTORAL LEÍDA EN LA SECCIÓN DE “ARTES ESCÉNICAS Y PATRIMONIO TEATRAL” DEL MÁSTER DE “ESTUDIOS HISPÁNICOS”
Si hace un año anunciábamos la puesta en escena de la obra de Cervantes Pedro de Urdemalas en Pekín, bajo la dirección de Alejandro González Puche, estudiante de la especialidad de Artes Escénicas y Patrimonio Teatral, ahora nos cabe la satisfacción de celebrar la lectura de la Tesis Doctoral realizada por González Puche La aventura experimental del teatro cervantino: la puesta en escena de Pedro de Urdemalas que, dirigida por la Dra. Evangelina Rodríguez Cuadros, mereció la calificación de sobresaliente “cum laude”.
El trabajo supone la aplicación de un punto de vista casi inédito en los estudios de la dramaturgia cervantina: la de un director de escena que interroga la historia de la misma desde sus presupuestos teóricos y desde la idea, establecida por Jean Canavaggio en su libro Cervantes dramaturge: Un théâtre à naître (París, Presses Universitaires de France, 1977) de su experimentalidad como forma de definir la posible heterodoxia de un autor dramático condenado, tanto en su tiempo como en la puesta en escena contemporánea, a una visión marginal, escorada únicamente al éxito innegable de sus Entremeses o circunscrita las más de las veces, a obligadas conmemoraciones de patrocinio público. Tal vez Cervantes fue consciente de esa experimentalidad y asumió una disposición clasicista en su programa teatral (adelantándose lúcidamente al sentido didáctico del distanciamiento brechtiano) en una perspectiva evidentemente opuesta al teatro catártico y popular que impuso el triunfal modelo lopesco en el Siglo de Oro. O tal vez no fue conscientemente de ello y, ajeno o desconocedor del nuevo sistema de producción impuesto en los años decisivos en que estuvo alejado de los circuitos teatrales por circunstancias biográficas, se equivocó de tiempo y de género. Algo que pasaría después con dramaturgos como Valle Inclán. En cualquier caso el hombre que afirmó escribir un teatro “para que se vea despacio lo que sucede aprisa” ha sido puesto en escena en el siglo XX en circunstancias excepcionales (su Numancia, que quema en las manos de los puritanos directores de escena actuales por sus connotaciones nacionales, fue objeto de memorables representaciones de resistencia en momentos cruciales de la Guerra Civil española tanto en nuestro país como fuera) o, como concesión patrimonial (y conmemorativa, como se ha dicho). Desde el festín de los sentidos ofrecido por Francisco Nieva en su montaje de Los baños de Argel de 1979, al emotivo La Gran Sultana de 1992 (estrenada por la Compañía Nacional de Teatro Clásico) o al sospechosamente oportunista Retablo de las maravillas estrenada en 2005 por Els Joglars de Albert Boadella (del que se ofrece una apasionante entrevista en la Tesis), el teatro cervantino, para qué vamos a negarlo, resulta incómodo. O se le desbrava adecuadamente en desconcertantes tonos de posmodernidad (tal el montaje de Helena Pimenta de La entretenida de 2005) o se le extraña aún más llevando a las tablas El viaje del Parnaso -que nada tiene que ver con su teatro- como hizo Eduardo Vasco (González Puche le extrae otra soberbia entrevista en la Tesis, en parte ya publicada en este Blog) convirtiéndola en una suerte de epopeya burlesca. Es lo mismo: el reto sigue en pie.
Y ha tenido que ser la extraordinaria aventura de un director de escena, desde su fecunda “soledad filológica”, quien se apunte a desentrañar esta trayectoria fundamentando su reflexión a través de la experiencia del montaje de una de las obras más espléndidas y metateatrales obras de la historia del teatro español. González Puche realiza una “genealogía” del vaciado folklórico que es Pedro de Urdemalas para urdir -en el obligado extrañamiento de dirigir a actores y actrices de tradición extraoccidental como los estudiantes de la Academia Teatral de Pekín- una relectura la biografía del actor áureo, un Proteo en busca de su máscara soñada (quizá Nicolás de los Ríos). Llega así a la esencia de ese oficio que ya desde el siglo XVII se observaba, por parte de los cómicos, como un arte del “cuidadoso descuido” y de la memoria prodigiosa y de la elocuencia espectacular. Por eso pudo decir el actor inglés Stephen Bolsón: “Si la profesión del actor fuera simple, él mismo se sentiría un tipo sencillo, al desempeñar todas las profesiones, además de la suya; pero la suya está compuesta de todas las naturalezas, todos los temperamentos, todas las profesiones.”
La Tesis ha sido pues, fruto de las esperanzas y objetivos cifrados en la construcción de un “hábitat” favorable para el establecimiento de un puente entre dos posibles soledades: la de la filología pura y la de la dirección escénica pura. Ese fue el fin de una especialidad de Artes Escénicas y patrimonio teatral que, lamentablemente, ahora, con la hipertrofia de irreflexivas reformas que impera en el ámbito universitario, va a desdibujarse y desaparecer en un Máster concebido más como un amable club de relaciones internacionales para aprender español que para adquirir conocimientos avanzados en literatura o teatro español en todas sus dimensiones. Pero Cervantes, que nunca soñaría oír hablar en chino a su Urdemalas o a su Belica, pudo hacerlo antes de este despropósito. Y en Pekín pudo verse despacio lo que acaso sucediera aprisa.
domingo, 26 de julio de 2009
Reseña a la tesis doctoral,
Publicado por Laboratorio escénico Univalle en 2:26
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